Todos queríamos a Miles.
Sentíamos por él lo que siente uno por ese tipo de personas que tienen la palabra exacta para cada momento. Sabía cómo escoger el tono, la mirada y el gesto adecuado a cada situación. Lo queríamos sobre todo cuando levantaba la cabeza y se tocaba la barbilla con aire pensativo. Lo queríamos aún más cuando entrelazaba sus manos y las colocaba sobre la mesa. Muy delicadamente. Y lo queríamos completa, absolutamente cuando se levantaba elegantemente de la silla y nos sonreía francamente antes de dejar la salita de nuestro selecto club.
Por eso nadie dijo nada cuando el viernes por la tarde llegó con cinco coristas. Una de ellas tuerta y desde luego, ninguna sabía cantar.
No dijimos nada cuando el sábado entró a cuatro patas seguido de un hombre horrible y desagradable que olía a humedad y a sopa vieja. No pararon de hacer torres con las tacitas de porcelana nuevas hasta que éstas caían y se estrellaban contra el suelo haciéndose añicos.
Al día siguiente apareció con una mujer descaradamente hermosa que no paraba de insultarnos y lanzarnos cualquier cosa que encontraba en la salita. Tampoco dijimos nada.
Evidentemente, también callamos cuando lo vimos en la mesa del fondo, junto a tres personajes de la más dudosa procedencia. Uno de ellos gritaba cada vez que alguien decía “si”, “no”, “tal vez” o “cuando”. El otro, se peinaba concienzudamente un enorme bigote que apenas dejaba espacio para respirar a los que estaban a su lado. Y la tercera; una mujer pequeña, casi diminuta, hablaba tan bajito que nadie podía escucharla, lo que visiblemente le causaba una gran irritación.
Ayer era martes. Todos tomábamos el té y chalábamos animadamente cuando Miles llegó a nuestro precioso club escoltado por una docena de cuervos, tres panteras, una pareja de osos enormes y cinco avestruces.
Las hermanas Li se llevaron tal susto que saltaron inmediatamente por la ventana que daba al jardín, rompiéndose un tobillo y varias costillas. El señor Mingot corrió un buen rato perseguido por una de las panteras. No corrió lo suficientemente deprisa. La señora Melva y el señor Laflor no tuvieron más suerte y fueron engullidos de un bocado por uno de los osos. Solo Lena y yo pudimos encaramarnos a una de las lámparas de araña que cuelgan del techo. Justo a tiempo.
Hoy somos sólo dos. Tal vez deberíamos decir algo ahora que Miles nos acompaña y todo parece haber vuelto a la normalidad. Pero no lo haremos. Puede que algunos no lo entiendan, pero verán…lo queremos demasiado.
Créditos ropa:
Imagen 01: Prada.
Imagen 02: de izquierda a derecha Carven, Comme des Garçons, Alexander McQueen, Balenciaga, Dolce&Gabanna y Etxeberria.
Imagen 03: Thom Browne, Ixone Elzo.
Imagen 04: Damir Doma, Haider Ackermann.
Imagen 05: Bernhard Willhelm, Walter Van Beirendonck, Chanel, Givenchy.
Imagen 06: Dior, Rodarte, Valentino, Comme des Garçons, Zac Posen.