Caminaba firme, rotunda, contoneando unas caderas que tiempo después la encumbrarían en la cima del espectáculo. Aquel despliegue de actitud fue su primer gran paso hacia el éxito, el detonante de una impecable carrera en solitario que a partir de aquel instante no haría más que despegar. Tenía voz, cuerpo, estilo. Decidió poner al mundo bajo el peso de sus piernas de acero, sensuales, fuertes, suspendidas sobre el tacón de aquellos zapatos rojos. Y se quedó.
Era el año 2003. La carismática persona de Beyoncé se escindió de las memorables Destiny’s Child e inició una fructífera actividad musical con “Dangerously in love”, con su neumático cuerpo y aquello de “got me looking so crazy right now”. Pero no estaba sola. A su lado, Jay Z, rapero y compañero de singles, cónyuge y futuro socio empresarial, ponía la voz en la canción que los proyectaría a ambos a un escalón mucho más alto, más lejano, desde donde la vida se contempla subido a un billón de dólares.
El matrimonio Jayoncé se alzó como pareja estrella del hip hop. Vivieron en una cómoda privacidad, en la que lo único relevante fueron sus carreras y el nacimiento de su hija Blue Ivy. Los años de convivencia pasaron en una aparente calma, siempre lejos del punto de mira, reflejando una placidez que sólo se vería truncada con aquel sonado incidente del ascensor. Solange, hermana de Beyoncé, agrediendo sin tregua a Jay Z, mientras ésta lo contemplaba todo con una impasibilidad espeluznante.
La indiferencia de Beyoncé en la intimidad que ofrecen las paredes metálicas de un ascensor hizo saltar la voz de alarma. Medios de todo el mundo empezaron a especular, obteniendo por fin algo de material, y las historias sobre la pareja fueron surgiendo como los puestos de helado en pleno mes de agosto. Separación, divorcio, engaño o Rihanna fueron algunas de las palabras que salpicaron los tabloides dispuestas a crear confusión.
Jay Z y Beyoncé siguieron ajenos a todo, sobre su escenario, intercambiando muestras de afecto, mensajes en clave y azucaradas instantáneas en Instagram. Hoy, los rumores sobre la inminente separación siguen multiplicándose en la red cada pocas horas, alimentándose unos a otros, afirmando con una rotundidad pasmosa que poco amor queda entre ellos, los artistas, los magos de la publicidad.
Estrategia, realidad o pura fantasía, la polémica Carter-Knowles despierta una expectación morbosa allí donde aparecen sus nombres. Los medios siguen insistiendo furiosamente a unos lectores confundidos, el tema surge inevitablemente en las conversaciones de vermouth y playa y ellos continúan su particular procesión, envueltos en un halo de misterio impenetrable, a sabiendas de todo. Absolutamente todo. Incluso de lo que pasa en su propia casa.