
Al igual que los corsés, creados para moldear la figura femenina, el chaleco también lo hizo en los hombres del siglo XIX. Una prenda que se ha utilizado muchísimo como símbolo de distinción en sus inicios, y que ha sobrevivido a lo largo de la historia, hasta llegar a hoy, donde muchos hombres lo utilizan debajo de la americana conjuntando con el traje y es también prenda del armario femenino. Evidentemente, toda prenda tiene una historia, y la suya empezó así:
Durante el reinado del Rey Carlos II de Inglaterra (1630-1985), el monarca introdujo el chaleco como parte del “buen vestir”. La idea la cogió de un viajero, Sir Robert Shirley (1581-1628), que él, a su vez, había visto la pieza en la corte persa de Shah Abbas el Grande (1571-1629). El rey inglés, con esta incorporación en su armario estaba intentando opacar al Rey Luis XIV en Francia, a partir de las prendas utilizadas en su corte.
En sus orígenes, el chaleco era más largo, aunque a medida que avanzaba el siglo XVIII su corte se ha ido reduciendo hasta llegar al nivel de la cintura. Sus colores también tuvieron una evolución: durante los siglos XVII y XVIII se usaban tonos brillantes, pero a partir del siglo siguiente, la paleta acogió tonos más tenues para que chaleco y trajes de salón coincidieran en colores.

Créditos: metmuseum
En el ámbito monárquico, los chalecos estaban hechos con lujosa telas, aunque en las partes no visibles –tapadas por los abrigos- se usaban materiales más baratos. Además, los bordados que podías encontrar en estos chalecos eran muy refinados. En cambio, en el ejército –donde se usaba el chaleco como parte del uniforme- las piezas estaban hechas de telas reutilizadas de abrigos desgastados. La tela de éstos se volteaba y así se conseguía que el forro, que era de color reverso, quedara al exterior.
El uso del corsé cambió a partir de 1820 y fue cuando también los chalecos se apretaron más, para conseguir un efecto de hombros anchos, pecho amoldado y cintura pellizcada. Esta era la forma esperada del cuerpo masculino. Para ayudar a ello, podías encontrar también chalecos con la espalda reforzada y tensa. Un ejemplo de ello fue el Príncipe Alberto, marido de la Reina Victoria.
A finales del siglo XIX el “Edwardian look” hizo que se pusiera de moda una figura más grande para los hombres, es por esto que, el Rey Eduardo VII popularizó el hecho de dejar el botón inferior de los chalecos desabrochado, para así acomodar su cintura, que poco a poco se iba agrandando. Este hecho, si nos fijamos, ha seguido en pie hasta hoy y queda reflejado en el protocolo a seguir: americanas sólo abrochadas del botón superior.


Créditos: LACMA

Créditos: © Victoria and Albert Museum

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